
Cosas que no entendía de mí antes de mi diagnóstico de autismo
Crecí pensando que a todo el mundo le pasaban estas cosas, pero que yo era muy inútil y por eso no podía lidiar con ellas…
Tener que armar guiones mentales
Todas las interacciones, incluso las más cotidianas y comunes, las tengo que ensayar mentalmente.
Por ejemplo, antes de entrar a un local de comida que no conozco, en la gran mayoría de los casos, ya investigué de antemano dónde está la entrada, a dónde hay que dirigirse para realizar el pedido, cuál es el proceso y cuáles interacciones voy a tener que tener en cuenta.
Ensayo la forma en la que voy a saludar, qué gesto voy a hacer cuando sea mi turno de pedirle, a qué volumen voy a hablar, qué voy a responder cuando me hagan un comentario sobre el frío que hace o alguna situación de la contingencia, y una infinidad de cosas más.
Tener pocas amistades
Mis amistades siempre se destacaron por ser de corta duración y reducidas en número. A lo largo de mi infancia y adolescencia, generalmente he tenido no más de dos o tres personas con las que suelo mantener algún tipo de relación cercana. Pero normalmente, esta se suele terminar una vez que me cambio de ciudad, porque nunca he aprendido a mantener amistades a la distancia.
Con la gran mayoría de mis amistades, una vez que las dejé de ver, he perdido completamente el contacto. No sé manejar todos los gestos y códigos que hay que saber para demostrar afecto a mis amistades sin estar presente físicamente.
Tener intereses «raros»
Mientras mis compañeros de curso estaban comentando sobre el último número de la revista Playboy, yo estaba completamente perdido investigado sobre cómo calcular una grilla base para diseñar un sitio web, aprendiendo las melodías de los himnos nacionales de países lejanos o investigado sobre los tipos de servidores y sistemas operativos que utilizaron en Pixar para animar Toy Story 2.
En mi adolescencia, para tratar de encajar, tenía que investigar sobre las cosas que les interesaban a mis pares. Tal como investigaría un antropólogo, me sentaba a leer sobre las cosas que hablaban y trataba de entender la lógica detrás de sus intereses. Por lo que finalmente, terminé mandando todo a la mierda y prefiriendo seguir gastando mi tiempo en cosas que realmente me interesaran a mí.
Acto seguido, pasé a convertirme en un paria en mi escuela, ya que nadie quería sentarse con el «raro» que iba con un maletín y vestido como un vendedor de libros a domicilio de los años cincuenta.
Hasta el día de hoy me pasa constantemente que la gente me pregunta «¿pero y cómo sabes eso?», después de decirle algún dato sumamente random sobre algún tema que, normalmente, ninguna persona se interesaría en aprender.
Llorar y hacer «berrinches» cuando me cambian algo de lugar
Crecí creyendo que era un «malcriado» que hacía «berrinches» por cuestiones «insignificantes».
Siempre pensé que a nadie le gusta que le cambien de planes a último momento, o que le muevan las cosas del lugar donde suelen estar o que le cambien la receta al yogur de frutilla que tomas desde hace años.
De adulto fue que aprendí que esos supuestos berrinches y esos ataques de llanto y rabia eran ni más ni menos que meltdowns. Sí, los adultos también tenemos crisis de ese tipo.
Demorar el doble de tiempo en terminar mi carrera universitaria
Si bien mi carrera duraba cuatro años y terminé de cursarla en cinco, rendir mis últimos exámenes me llevó casi tres años adicionales, ya que cuando terminé de cursar, mi cerebro literalmente colapsó. Lo que en principio iba a tomarme un año, máximo, me termino llevando tres.
Tuve que volver a la casa de mis padres. No salía ni a comer muchas veces. Me la pasaba encerrado, solo. A veces durante días. No podía ni siquiera con las tareas más básicas como mantener mi higiene o mi habitación limpia. Vivía entre montañas de ropa, platos sucios y cualquier cantidad de cosas amontonadas por todos lados. No soportaba ni abrir las ventanas para que entrara el sol.
No poder realizar las tareas más básicas
Lavar los platos, barrer, alimentar a mis gatos, cocinar una comida más o menos saludable, ir al supermercado, bañarme, ir al médico y un largo etcétera.
Todas cosas básicas para poder funcionar. Pero ninguna de ellas me sale naturalmente y sin esfuerzo. Siempre pensé que era normal estar una semana entera tratando de juntar energías para poder lavar la montaña de platos sucios que tenía en la cocina.
Escuchar todas las conversaciones al mismo tiempo
Siempre me pasa que las personas se asombran de que siempre escucho conversaciones ajenas. Mi pareja siempre me pregunta qué cómo escuché tal o cual cosa mientras esperábamos el ascensor en el hall del edificio, o mientras estábamos sentados comiendo en un bullicioso restaurant.
Básicamente, mi cerebro no puede diferenciar una conversación que estoy manteniendo con la persona que tengo en frente, de las veinte otras conversaciones que están teniendo las personas que están en la misma cafetería.
Analizar los pros y los contras de todo
Literalmente, cuando tengo que decidir algo, suelo armar una planilla de Excel con todos los hechos, números y datos que me pueden ayudar a entender cuáles son las ventajas y desventajas de lo que sea que tenga que elegir.
En mi trabajo, esto me hace bastante bueno a la hora de cotizar productos o servicios con distintos proveedores, o de buscar una solución a un problema equis.
Pero en la vida diaria, esto puede terminar en una parálisis total por exceso de información. Ya que este proceso, siempre implica investigar y recabar toda la información existente sobre el tema en cuestión.
Eso de dejarme llevar por la intuición no es algo que me salga fácilmente.